Readme.it in English  home page
Readme.it in Italiano  pagina iniziale
readme.it by logo SoftwareHouse.it


ANGEL LAZARO SANCHEZ HERRERA

 
SINOPSIS DE LA NOVELETA"PONI DE NUBES"
 
Poni de Nube, un caballo de sueños, llega a un pueblo indeterminado y en el, de conjunto con los niños y otros personajes mágico-fantásticos emprende múltiples aventuras: Rescata a un chivo pequeño; juega sobre la escuela; sorprende a los pescadores del pueblo con un grato regalo que pone fin a su insulsa discusión; inventa una fiesta explendorosa; es raptado por la avaricia de algunos pobladores, (problema del que sale con la cooperación de sus amigos los niños, y por lo que se desencadenan sucesos no habituales en el pueblo), hasta enfrentarse a las trampas de un taimado mago que pretende atraparlo, a la vez que afecta a los niños y a todos los pobladores en si. Poni de Nube con gracia e ingeniosidad destruye los ardides del mago, logrando que impere la amistad y la fantasía por sobre todas las cosas.
 
CAPITULO PRIMERO: "LA LLEGADA DE PONI DE NUBE"
 
Temprano, antes que el sol sacara a la mañana sus primeros rayos, Poni de Nube bostezó, allá, en la copa de la mata de mangos donde había dormido. Sacudió su pelambre de algodón, lustró sus cascos de oro con algunas de las hojas de su árbol-cama, se peinó su crín de seda y se lanzó al aire con la felicidad con que siempre se levantaba y salía a recorrer campos y pueblos; a conocer y alegrar a sus amigos.
Poni de Nube, era un caballo, bueno, lo que se dice un caballo- caballo no: un caballito: un poni, pero no un poni gris como los del zoológico, las ferias o los circos, no, sino uno más pequeño, más juguetón, más vivaracho y con una gran diferencia respecto a todos los caballos-ponis que conocemos. Era que Poni de Nube, de eso mismo era: ­De nube!. Todo su cuerpo estaba formado de una nube blanquísima, como las nubes más blancas que cruzan por el cielo azul. Y por lo tanto no andaba nunca ensuciándose por los caminos y trillos polvorientos o enlodados de la campiña, sino, por el aire, flotando, volando, empinado como un precioso papalote. Sus cascos amarillos, como el oro, brillaban siempre en sus cuatro patas, y desde abajo podían parecer estrellas doradas, que jugueteaban presurosas bajo un copo de nube que no se estaba tranquilo nunca.
Pero Poni de Nube tenía todavía tres cosas que lo distinguían sobremanera: la primera, y más visible, -a simple vista-, era la virtud de su cuerpo nuboso de, -como las mismas nubes-, cambiar de configuración cada vez que se le antojase; la segunda eran sus ojos de arcoiris que relucían como dos puntos coloridos con toda la gama cromática dentro, que también variaba a gusto y conveniencia del caballito; y la tercera virtud de Poni de Nube era su corazón, que era igual en su forma a los corazones de los demás animales y personas, pero diferente por lo extremadamente bondadoso, amable, cariñoso, y felíz que resultaba ser.
 
II
 
Poni de Nube se levantó temprano aquella preciosa mañana en la copa de la mata de mangos en que había dormido, y se lanzó al aire a conocer amigos. Primero descendió hasta la hierba de los trillos y bebió en ellas un sorbo de rocío tempranero, que era su mejor medicina, en ayunas, para mantenerse felíz durante todo el día, y acto seguido inició un vuelo rasante por todo el camino, hasta muy cerca de un pueblo, al que nunca había ido.
Antes de llegar a él, sintió unos balidos lastimeros que conmovieron todo su cuerpo de algodón con un temblor eléctrico y no a mucho encontró la causa: no muy lejos, en un hueco profundo y estrecho, había caído un chivito, que jugueteando quedó retrasado de su mamá y demás chivos cuando se dirigían, al corral.
Poni de Nube, se aprestó a ayudarlo, y bajó valientemente por el hueco oscuro, hasta él, all en el fondo. Lo agarró suave, pero firmemente, con sus cuatro patas, y tiró hacía arriba con todas sus fuerza, pero, -aunque el chivito era de su mismo tamaño-, no pudo subirlo, y eso que lo intentó dos o tres veces, pero nada, no podía...
Subió, entonces un momento a pensar, y a coger aire, porque allá abajo había muy poco, y estando sentado en la superficie, justo en el mismo borde del pozo, se le ocurrió una idea mejor. Cerca del hueco habían unos arbustos, que al parecer eran bastante fuertes, resistentes; se transformó de inmediato en una larga soga, -para algo su cuerpo era como de nube-, se amarró él mismo a ellos y se lanzó, por la otra punta, hueco abajo.
Ya junto a él, le dijo cariñoso: "No temas y pon de tu parte que te sacaré de aquí"; y lo amarró, y él, comprendiendo a Poni, puso todo su empeño en sus patas, golpeando con ellas las paredes del hueco, afincándose a los resquicios, ayudando a que, pocos minutos después, estuviera suelto y contento, corriendo por la campiña hacía el corral del pueblo, berreando de alegría, seguido muy de cerca por una bondadosa nubecilla, que lo pretegía de los ya ardientes rayos de sol, y a la cual, cosa de los chivos pequeños, no le dió ni las gracias.
 
III
 
Disgustado, por la descortesía del chivito, iba todavía Poni de Nube, cuando una algazara de cantos y juegos lo sacó de sus meditaciones. Puso oído y comprendió que ya el patio de la escuela del pueblo estaba lleno de niños que jugaban, cantaban y reían, antes de comenzar las clases de ese día, y como faltaba poco para que sonara el timbre, Poni de Nube apuró su vuelo, para jugar, aunque sea un rato, con los niños, antes de que entraran a clases.
Y fue tal el impulso que cogió de repente, que le sucedió como a todas las nubes cuando van raudas por el cielo, que se oscurecen un tanto como presagiando tempestad. Los niños, que vieron aquella nube parduzca apróximarse con tanta rapidéz, se asustaron y se aprestaron a entrar cuanto antes a la escuela, pero cuando. Poni, refrenó su carrera, casi justo sobre ellos, y retomó su impecable color blanco, y más cuando se reconfiguró como lo que era: un precioso y juguetón caballito de sueños, los semblantes cambiaron y la alegría fue mucho mayor de la que existía anteriormente.
Poni de Nube se sintió a sus anchas, porque se vió rodeado de un inmenso y felíz auditorio, y empezó a cabriolar, hacer giros elegantes, a marcar el paso con sus cascos de oro, a pasar rozando la cabezas de los niños con su, ahora muy larga, cola de espuma y estrellas, a saltar, bailar, cantar y otras mil piruetas y ocurrencias de las que solo era capaz un caballo como él.
Los niños, todos, con la boca abierta, estaban como alelados, como inoptizados por aquella nube caprichosa e inquieta con forma de caballo, que los divertía con sus brincos y juegos. Y no solo en el patio de la escuela había niños con la cabeza vuelta hacía Poni -y con una sensación como de gusto en todo el semblante-. No, sino, en todas las calles del pueblo, en todos los trillos y accesos a la escuela: Todo niño que estaba en camino, no escapaba del maravilloso encanto que era aquel pequeño caballo con cuerpo de nube haciendo mil piruetas en el cielo.
Las mamás, que acompañaban a los más pequeños, y las personas mayores que venían de la bodega, o que iban para sus trabajos, no comprendían lo que pasaba, pues ellos miraban hacía arriba, y lo más que alcanzaban a ver, era a una caprichosa nube que se movía constantemente, adoptando figuras indefinidas o abstractas, -como ellos decían-, y no disfrutaban del brillo de los cascos, ni del aroma de la crín, ni de la ventolera de sueños que dejaba tras de sí, cuando pasaba rasante sobre uno u otro grupo de niños.
La maestra tuvo que sonar tres veces el timbre para que los niños salieran de su embrujo, y se percataran de que ya era hora de iniciar las clases. Poni de Nube, ni se enteró de ello y siguió con sus piruetas. Y cuando la maestra hablaba a los niños en la formación, la vista de éstos, subía, justo por encima de su cabeza, hasta -un poquito más allá-, donde Poni de Nube continuaba con sus caprichosos juegos. Ella, extrañada, volvió dos o tres veces la vista hacia la juguetona nube, pero no vió más que eso: Una nube inquieta. Y pasó con premura los niños a las aulas, "no fuera a ser que esa nubecilla repentina les soltara algún llovisnazo catarrero".
El caballo, siguió con sus juegos, y se vió, de repente, sin auditorio. ­Ya ningún niño lo miraba extasiado...! Y algo triste Poni, se alisó su cuerpo de nube con un gesto, -similar al que uno hace, cuando se dá cuenta de que lo estan mirando, o de que se ha quedado dormido en el cine y puede estar haciendo el ridículo-, y trotó varios pasos, como para irse, pero miró a la escuela y no quiso hacerlo sin despedirse de sus amigos.
Y entonces fue hasta ella y con sus cascos dorados sacó cientos de flores de las tejas rojas, que cayeron en abanico sobre todas las ventanas, y que entraron con el aire hasta los pupitres. Incluso una preciosa rosa roja se le enredó, justamente, en el pelo a la maestra. Seguidamente, Poni de Nube sobrevoló rasante la plazoleta, llenándola, -virtud de sus cascos dorados-, de miles de juguetes diversos, y le dió una vuelta elogiosa al asta de la bandera, donde ondeaba, ahora envuelta en brisa de azahares y perfumes, y remontó, -parándose primero en sus dos patas traseras, como un caballo de verdad, y emitiendo un fervoroso y colorido relincho-, hacía lo alto de las nubes, posándose sobre la más alta, como una mariposa o estrella de vivos colores, y -con el sol, justo, detrás de él-, fulguró, un instante, con la explendorosa belleza de sus crines al viento.